DIARIO ÍNTIMO
Jorge Curioca
En una cama comienza con frecuencia la vida y es ahí donde, en gran medida, vivimos los mayores placeres y los más terribles dolores: el espacio natural de los sueños más luminosos y del sexo, de la pesadilla y la depresión, del descanso y de la enfermedad. Un refugio cotidiano o la última escala antes de la tumba. Un pasaje y también, para quien sabe mirar, un paisaje.
La idea de cama bien podría funcionar como un símbolo del sedentarismo, pero en este Diario íntimo, Aleksandar Zaar subvierte esa idea para transformarla en una obsesión de su vida nómada, el retrato de lo inmóvil en un constante movimiento alrededor del mundo. La noción de horizontalidad gira, en formato y en concepto, para presentarse en vertical. Nada es lo que parece en un primer momento y un visible espacio zen de paz y quietud esconde una agitación interna. Capas rectangulares donde la procesión va por dentro. Una abstracción. Como los sueños, la lucha contra los demonios personales y las esperanzas que en la cama aparecen. La cama puede ser un lienzo que no alude al contexto pero de alguna forma lo condensa y propone imaginar la experiencia de una estancia concreta.
La contemplación es asimismo una acción. La manera en que Aleksandar sigue su propio rastro a lo largo de diez años. Construye una topografía fragmentada de su memoria viajando, consciente de no estar “trabajando”: un dolce far niente donde la supuesta ociosidad es más bien una afrenta contra la ciega e inútil productividad, de cama en cama, en una fuga impredecible. Imágenes que son el registro de las horas de un trabajador no convencional, sus tarjetas perforadas, una acumulación rítmica que avanza en espiral para dar forma a una historia abierta y subjetiva.